Por: DARIEN GIRALDO HERNANDEZ.
Con el epígrafe macondiano de: “Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra”, inicia Fernando Cely su poemario, Cantos sin Cuenta. De allí que la primera conclusión sea que no hay colombianos o colombianas que no lo sean.
Después de la irrupción del mundo europeo en nuestras tierras, hasta los presentes días, nuestro país y el continente se han visto inmersos en la exclusión, la guerra y la muerte. Desde la espada con forma de cruz, hasta las cientos de guerras civiles elitistas pero con millones de muertos del pueblo, han hecho que toda ciudad, municipio, vereda y caserío de Colombia este sembrada de muertos y es que en gran medida el asesinato ha hecho que los colombianos siguiendo la lógica macondiana, podamos decir que somos de aquí, que somos de alguna parte.
Pero hay otros muertos, los que se lleva la vida, cuando los huesos se cansan y quieren ser nuevamente roca en el camino, esa muerte que es anunciada cuando las caricias parecen más un intento de aferrase a la tierra y los besos la santificación de los cuerpos más que el preámbulo del deseo. Es la que llaman muerte natural aunque para el ser humano la muerte nunca será natural, somos trágicos por naturaleza, somos animal conciente.
Cantos sin Cuenta son cantos a las horas, esas que como afirma Fernando Cely “desafían al sonido y buscan el olvido”, el poeta es en este caso un insurgente contra el olvido, que trae a los amigos muertos, al padre amigo siempre con la mano extendida.
De allí que si en Macondo al insomnio le siguió el olvido y fue necesaria una pitonisa que en vez del futuro leyera el pasado, Fernando Cely, lee el pasado porque los años que pasaron no necesariamente se fueron, porque el poeta hace que se conviertan en: “potentes luces de faros, venciendo brumas, tempestades y hastíos”.
Pero Cantos sin Cuenta habla también de los que están, del hijo de los marineros vivos y de la amada: “la que nos ayuda a cargar nuestros versos errabundos”. Hay cantos al amor, a la desanudes del cuerpo y del alma, al erotismo que emerge en el crepúsculo, a la perpetuidad de las caricias y al fatuo caminar de quien se llevó una parte de nuestros besos y palabras.
Muerte, amor y eternidad, temas recurrentes pero nunca agotables, porque son la vida y son la vida del poeta que como Fernando Cely sentencia: “Nunca confíes en tus pétalos, bella flor primorosa”.
Muerte, amor y eternidad, temas recurrentes pero nunca agotables, porque son la vida y son la vida del poeta que como Fernando Cely sentencia: “Nunca confíes en tus pétalos, bella flor primorosa”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario