ÉPICA DE LOS DESHEREDADOS de FERNANDO VARGAS VALENCIA




Por: ÁLVARO MARÍN

¿Y qué es la poesía? Nadie lo ha dicho todavía. Lo que existe son acercamientos, inmediaciones donde el poema es sólo una nave, y si esta nave, el poema, no está conjurada, entonces su estructura puede averiarse, y disolverse sin hallar el sentido de su desplazamiento, sin dejar rastro en el océano de las palabras. El conjuro para que esta nave despliegue toda su fuerza con la que se desplaza ante una adversa gravitación está precisamente en la materia de la que está hecha: en las palabras. Con esta premisa del conjuro la nave se hace invulnerable al vacío, porque una palabra puede nombrar el mundo, o vaciarlo, la fuerza de las palabras prefiguran la realidad, o la destruyen.

Nada hay en la realidad que no haya sido previamente nombrado, el nombre de las cosas no es una llana titulación, es un llamado. El poeta es el que escucha el llamado y lo descifra en las palabras, el poeta conoce el tenebroso vacío de la palabra sin magia. Tal vez por esto dice Fernando Vargas Valencia “hay una terrible soledad que el poema no conjura”, no basta el poema, ningún poema es suficiente y además es necesario que sea suficiente el poema, es la paradoja de las palabras, quien escribe está balanceándose permanentemente en una paradoja, el contrasentido es el pulso de las palabras, si las palabras nombran la herida, es para que dejen de sangrar los cuerpos.

La poesía como conjuro del dolor es uno de los más buscados sentidos de la poesía colombiana, poesía que oscila entre el esteticismo que evade el mundo exterior y la llanura de la denuncia exteriorista, es decir, una cierta lealtad con la realidad que esta poesía reproduce y rechaza a la vez. De allí la dificultad del momento para el poeta colombiano que no quiere eludir su entorno, y al mismo tiempo busca recrear esa trama de realidad. El momento de la poesía de Fernando Vargas Valencia vive ese pulso, esas pendulaciones entre la necesidad del sueño y las contingencias propias de una vigilia amenazada. Los temas de la guerra, de los desplazados, de las masacres, del poder, son los temas más difíciles de tratar en la poesía colombiana, tal vez por su terror y su cercanía. María Mercedes Carranza intentó hacer un registro de las masacres en los diferentes lugares de Colombia, y sus palabras, sus poemas, se ahogaron en la sangre, esos poemas no fueron el conjuro de nuestra ominosa realidad, por esta razón esos poemas fueron prontamente olvidados después de su publicación.

Otro tanto busca Fernando Vargas Valencia con sus incursiones en el tema de las masacres, en un lenguaje sencillo, sin poses preconcebidamente poéticas. Fernando busca distanciarse de esa vertiente de la poesía colombiana buscando un propio horizonte, sin dejar de correr los riesgos que acompañan a esta clase de temas en la poesía. Hay algunos elementos en su estilo que llaman la atención, especialmente la contención imaginativa y la sobriedad en el lenguaje.

2 comentarios:

Fercely dijo...

SOBRE ÉPICA DE LOS DESHEREDADOS.
Recorrer los versos de este poemario es aproximarse a ese país permanentemente e intencionalmente evadido por la acostumbrada amnesia colectiva. Ríos de sangre y brutalidades humanas que enfrentan pueblos y veredas de remotas y cercanas geografías. Conmovedor compromiso del poeta al rescatar estos episodios que forman parte de una historia aún no escrita; testimonio asumido desde las voces que el juglar escuchó personalmente en sus periplos como jurista y guardó en sus retinas para convertir en versos bien logrados, las miradas absortas y perdidas, los impotentes recuerdos asumidos para que no se los trague el olvido.
Fernando Vargas Valencia, en su proceso de crecimiento poético, depura su acostumbrada sensibilidad, para brindarnos un nuevo trabajo esmerado y cuidadoso; nos compromete a la profunda reflexión frente a la “normalidad” que a diario nos presentan los medios de comunicación y nos invita a ser voceros permanentes de las comunidades que afrontan la barbarie.
Fernando Cely Herrán
TorresCely Ltda.

Unknown dijo...

SOBRE ÉPICA DE LOS DESHEREDADOS.
Recorrer los versos de este poemario es aproximarse a ese país permanentemente e intencionalmente evadido por la acostumbrada amnesia colectiva. Ríos de sangre y brutalidades humanas que enfrentan pueblos y veredas de remotas y cercanas geografías. Conmovedor compromiso del poeta al rescatar estos episodios que forman parte de una historia aún no escrita; testimonio asumido desde las voces que el juglar escuchó personalmente en sus periplos como jurista y guardó en sus retinas para convertir en versos bien logrados, las miradas absortas y perdidas, los impotentes recuerdos asumidos para que no se los trague el olvido.
Fernando Vargas Valencia, en su proceso de crecimiento poético, depura su acostumbrada sensibilidad, para brindarnos un nuevo trabajo esmerado y cuidadoso; nos compromete a la profunda reflexión frente a la “normalidad” que a diario nos presentan los medios de comunicación y nos invita a ser voceros permanentes de las comunidades que afrontan la barbarie.
Fernando Cely Herrán
TorresCely Ltda.